850.000 LICENCIAS DE CAZA PARA MATAR A MÁS DE 10 MILLONES DE ANIMALES

Febrero es considerado el mes de las Galgas y otras razas de perros que sufren las consecuencias de la caza, pero, no son las únicas afectadas por esta práctica.

Para profundizar en el tema contamos con la experiencia y conocimientos de Fran Lucerón, fundador del Santuario la Frontera y las imágenes del hermoso trabajo realizado por el reconocido fotógrafo Martin Usborne: Spanish Hunting Dogs.

Gracias a ambos por hacer posible este artículo del blog.

España, paraíso para la actividad cinegética.

El 83% del territorio nacional es zona de caza, y las personas que ocupamos este estado estamos, por desgracia, familiarizadas con esta actividad ya que podemos tener casos cercanos de personas que la practican en nuestros círculos familiares, profesionales o cualquier otro ámbito social que pueda tener una persona española.

Incluso, a nivel internacional, España es conocida por el sector de la caza como “uno de los mejores cotos Europeos”.

Un español, Miguel Delibes, dijo una vez: “Lo que hay que preguntarse no es si la caza es cruel o no lo es, sino qué procedimientos de caza son admisibles y qué otros no lo son.”

¿Se podría catalogar la caza como una actividad admisible? Y en caso de que la respuesta sea negativa, ¿existe alguna variante o alternativa a la propia caza que pueda ser catalogada como admisible?

Empecemos por lo básico. La caza es la actividad mediante la cual se captura o mata a un animal en estado salvaje.

En un principio, la caza se originó como solución a la necesidad de alimentarse que tenían nuestras antepasadas y que, a día de hoy, sigue siendo una actividad muy anclada y protegida por muchos sectores en nuestra sociedad.

Se ha convertido en el pasatiempo del pudiente, en el oficio de aquel que tendría que preservar la naturaleza, en una forma de llenar las arcas públicas y en la condena de millones de animales.

Y te explico el porqué.

En España existen unas 850.000 licencias de caza – algo menos que hace diez años cuando la cifra llegaba al millón – junto a aproximadamente 26.951 cotos destinados a esta actividad, los cuales ocupan 29.098.095 hectáreas. En ellas los intereses de la caza y del antropocentrismo son velados y protegidos por guardas forestales o por los propios agentes del orden que tienen, o deberían tener, el deber de preservar nuestros campos, montes y bosques. No es de extrañar que, detrás de todo esto, se encuentre un negocio que mueve, ni más ni menos, que 3.600 millones de euros al año, sólo en el estado español.

(Una montería puede llegar a alcanzar los 2.000 y 3.000 euros, sólo por un único día de caza mayor.)

Si hablamos de víctimas, las cifras son, aún si caben, más desorbitadas.

Anualmente se reparten licencias para cazar a 4.4 millones de conejas, 1.4 millones de liebres, 5 millones de perdices y 90.000 ciervas entre otras.

Como dijo otro español, José Ortega y Gasset: “La muerte es imprescindible para que exista la cacería”, y eso es precisamente el mayor resultado que tiene la caza, la muerte y asesinato de millones de animales salvajes.

Pero no sólo son las animales salvajes las que peor salen paradas, también las perras destinadas a la caza, criadas en pésimas condiciones, entrenadas bajo continuos maltratos y privadas de una vida digna se añaden a esta lista interminable de inocentes que, sin quererlo ni beberlo, son masacradas por el egoísmo de unas pocas.

En nuestro país están federadas una media de 500.000 galgas, de las cuales el 10% son dadas de baja cada nueva temporada de caza.

Son galgas, podencas, perdigueras, dogos, ratoneras, huronas, y todas aquellas razas y especies que, a modo de capricho, hemos reproducido y seleccionado para que nos sirvan lo mejor posible.

Todas ellas criadas en condiciones deplorables, privadas de una vida digna y condenadas a un continuo martirio que no suele superar los 3 años.

Llegado el momento, el animal que no cumple con su cometido es desechado, siendo conocidos los múltiples casos de abandono en condiciones lamentables, atropellos, ahorcamientos bajo olivos, o incluso casos de perras que han sido arrojadas a pozos en los que han muerto ahogadas o por inanición.

Según la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Madrid (S.P.A.P) en el año 2013 sólo en siete protectoras de la Comunidad de Madrid se recogieron más de 1.000 galgas.

El Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) ese mismo año registró, en todo el territorio nacional, sólo 53 galgas.

Sólo en 2016, la lista de perras destinadas a la caza que sufrieron maltrato la forman 957 perras halladas en condiciones insalubres con alojamiento e higiene inadecuados, 37 perras con desnutrición y 3.325 perras que no estaban registradas, carecían de microchip o les faltaban vacunación, según datos del Seprona, los cuales no reflejan una situación verdaderamente real ni tampoco se le aproxima, pues o bien no se persigue lo suficiente este tipo de infracciones o directamente no tienen ningún tipo de consecuencia ni registro por parte de las autoridades locales competentes.

Es un problema de dimensiones titánicas que se retroalimenta de la pasividad y falta de formación de unos cuerpos de seguridad con un compromiso casi inexistente con las animales y con el medio ambiente sumado a un influyente lobby que busca constante respaldo político y económico.

Debemos cambiar esta realidad. Tenemos ante nosotras una de las mayores catástrofes naturales a manos del ser humano. Un genocidio pagado y subvencionado.

Fran Lucerón, fundador del Santuario la Frontera.